Una noche de invierno Isaac, Saúl y yo decidimos
ir de acampada a Breza. Pero primero teníamos que ir a echar gasolina. En La
Pola, cuando la empleada terminó de ponerla, fue a la cafetería a por cambio.
Pasaron 10 minutos y no volvía, así que Saúl decidió entrar a ver si la
encontraba. Entonces, de repente salió la mujer llena de sangre gritando y
corriendo hacia nosotros. Saúl corrió al coche y aceleró a tope. Hablamos de lo
que acabábamos de ver y todos teníamos miedo. De camino a comisaría no veíamos
gente, sólo coches destrozados en medio de la calle. Entramos para denunciar
los hechos pero no nos encontramos con nadie. Una tele informaba de un
virus que se había detectado que tenía
como consecuencias locura y canibalismo. Cogí una Glock 9mm del suelo, Saúl una
porra y unas esposas e Isaac una Lonely m3 con cuatro cartuchos. Teníamos poca
munición: yo nueve balas e Isaac cuatro. Salimos de la comisaría, entramos en
el jeep y nos fuimos al monte. De camino, tres caminantes caníbales nos
siguieron hasta que cambiaron el rumbo hacia una mujer asustada. Cuando
llegamos a Breza nos posamos del jeep y nos metimos en el bar, que era un buen
refugio porque estaba a 1100m de altura y a cuatro horas de camino a pie. Allí
pasamos los días…
Escrito por Gonzalo Morán Trelles
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